miércoles, 22 de enero de 2014

Wilkin Castillo: “A mí no me cambia nadie”

Wilkin Castillo se inició en la pelota invernal dominicana con el Licey en el torneo 2005-06.Wilkin Castillo no tiene miedo en decir lo que deba en el momento que lo entienda necesario. Por cierto, le importa poco lo que piensen de él en otras parcelas.El receptor de los Leones es querido por los suyos y odiado en ciertos rincones. “No me importa lo que piense la gente. Salgo al terreno a hacer mi trabajo y a ganar para mi equipo. Fuera de ahí, que digan lo que quieran. A mí no me cambia nadie”, dice Castillo antes del partido de ayer ante los Tigres.


A muchos no les gustan sus gestos de celebración, especialmente cuando un contrario es ponchado. Su puño cerrado es una señal que cae mal.

“Eso es parte del juego. Siempre le digo al que se pare ahí que la saque y se lo goce, porque eso es parte del juego. Ahora si se ponchó sabe que me lo voy a gozar”, comenta el veterano máscara.

Wilkin entiende que en su caso hay cierta injusticia porque otros hacen “sus perreos”, como se conoce la celebración excesiva, que en ciertos círculos es irrespetuosa, de una acción en el juego.

“Muchísima gente perrea aquí. Juan Francisco se goza sus palos, (Erick) Almonte coge una base por bolas y suelta el bate y así hay mucha gente. No me meto en eso. Ni nunca he dicho que hay que darle un bolazo a nadie por eso. Cada cual que se lo goce como pueda. Lo que nadie debe hacer es irrespetar al equipo o a un coach o dirigente”, expresa Castillo.

Con las Águilas

Wilkin tiene su historia con las Águilas Cibaeñas. El nativo de Baní no esconde su rechazo a ciertas actitudes del conjunto amarillo, que ha sido vencido por los Leones en sus dos últimos enfrentamientos en serie final.

“Mi tema con ellos es que a veces exigen respeto, pero no lo devuelven. El que pide respeto también tiene que respetar y ellos no siempre lo hacen”, explica.
“En ningún equipo se puede permitir que a un coach de pitcheo alguien le diga que no tiene valor de una manera indecente. Yo peleo por los míos como el otro pelea por los suyos”, dice.

En las redes sociales, Castillo ha tenido sus dimes y diretes con seguidores de las Águilas.

“Eso lo cojo para gozármelo. Me río de muchas cosas que leo. No me importa que me tiren fuego. Ninguno de ellos mantiene mi familia ni como con ellos. Por más que digan eso no hace efecto”, señala.

Wilkin comenzó su carrera invernal en la temporada 2005-06 con los Tigres del Licey, donde vio poca acción en tres temporadas.

Desde 2008-09 está con los Leones del Escogido y ha sido clave en el éxito del club en sus dos recientes campeonatos.

Cuidadoso  con su dinero

Castillo, que es padre de dos niñas, una de siete años y una pequeña de cuatro meses, se considera un buen administrador de lo poco que ha ganado en su carrera como profesional.

“Los banilejos somos buenos en eso”, dice con una sonrisa. “Aunque muchos lo piensen, no soy un loco. Tengo una familia que cuidar y gracias a Dios eso es lo primero que hago”. “La pelota no es para siempre. He visto muchos que han botado dinero y eso luego les pesa. Cuido lo mío y pienso en que mañana no estaré en uniforme”, opina.
Entrevista concedida al Caribe

Wilkin Castillo no tiene miedo en decir lo que deba en el momento que lo entienda necesario. Por cierto, le importa poco lo que piensen de él en otras parcelas.El receptor de los Leones es querido por los suyos y odiado en ciertos rincones. “No me importa lo que piense la gente. Salgo al terreno a hacer mi trabajo y a ganar para mi equipo. Fuera de ahí, que digan lo que quieran. A mí no me cambia nadie”, dice Castillo antes del partido de ayer ante los Tigres.

A muchos no les gustan sus gestos de celebración, especialmente cuando un contrario es ponchado. Su puño cerrado es una señal que cae mal.

“Eso es parte del juego. Siempre le digo al que se pare ahí que la saque y se lo goce, porque eso es parte del juego. Ahora si se ponchó sabe que me lo voy a gozar”, comenta el veterano máscara.

Wilkin entiende que en su caso hay cierta injusticia porque otros hacen “sus perreos”, como se conoce la celebración excesiva, que en ciertos círculos es irrespetuosa, de una acción en el juego.

“Muchísima gente perrea aquí. Juan Francisco se goza sus palos, (Erick) Almonte coge una base por bolas y suelta el bate y así hay mucha gente. No me meto en eso. Ni nunca he dicho que hay que darle un bolazo a nadie por eso. Cada cual que se lo goce como pueda. Lo que nadie debe hacer es irrespetar al equipo o a un coach o dirigente”, expresa Castillo.

Con las Águilas

Wilkin tiene su historia con las Águilas Cibaeñas. El nativo de Baní no esconde su rechazo a ciertas actitudes del conjunto amarillo, que ha sido vencido por los Leones en sus dos últimos enfrentamientos en serie final.

“Mi tema con ellos es que a veces exigen respeto, pero no lo devuelven. El que pide respeto también tiene que respetar y ellos no siempre lo hacen”, explica.
“En ningún equipo se puede permitir que a un coach de pitcheo alguien le diga que no tiene valor de una manera indecente. Yo peleo por los míos como el otro pelea por los suyos”, dice.

En las redes sociales, Castillo ha tenido sus dimes y diretes con seguidores de las Águilas.

“Eso lo cojo para gozármelo. Me río de muchas cosas que leo. No me importa que me tiren fuego. Ninguno de ellos mantiene mi familia ni como con ellos. Por más que digan eso no hace efecto”, señala.

Wilkin comenzó su carrera invernal en la temporada 2005-06 con los Tigres del Licey, donde vio poca acción en tres temporadas.

Desde 2008-09 está con los Leones del Escogido y ha sido clave en el éxito del club en sus dos recientes campeonatos.
Cuidadoso  con su dinero
Castillo, que es padre de dos niñas, una de siete años y una pequeña de cuatro meses, se considera un buen administrador de lo poco que ha ganado en su carrera como profesional.

“Los banilejos somos buenos en eso”, dice con una sonrisa. “Aunque muchos lo piensen, no soy un loco. Tengo una familia que cuidar y gracias a Dios eso es lo primero que hago”. “La pelota no es para siempre. He visto muchos que han botado dinero y eso luego les pesa. Cuido lo mío y pienso en que mañana no estaré en uniforme”, opina.
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Wilkin Castillo no tiene miedo en decir lo que deba en el momento que lo entienda necesario. Por cierto, le importa poco lo que piensen de él en otras parcelas.El receptor de los Leones es querido por los suyos y odiado en ciertos rincones. “No me importa lo que piense la gente. Salgo al terreno a hacer mi trabajo y a ganar para mi equipo. Fuera de ahí, que digan lo que quieran. A mí no me cambia nadie”, dice Castillo antes del partido de ayer ante los Tigres.

A muchos no les gustan sus gestos de celebración, especialmente cuando un contrario es ponchado. Su puño cerrado es una señal que cae mal.

“Eso es parte del juego. Siempre le digo al que se pare ahí que la saque y se lo goce, porque eso es parte del juego. Ahora si se ponchó sabe que me lo voy a gozar”, comenta el veterano máscara.

Wilkin entiende que en su caso hay cierta injusticia porque otros hacen “sus perreos”, como se conoce la celebración excesiva, que en ciertos círculos es irrespetuosa, de una acción en el juego.

“Muchísima gente perrea aquí. Juan Francisco se goza sus palos, (Erick) Almonte coge una base por bolas y suelta el bate y así hay mucha gente. No me meto en eso. Ni nunca he dicho que hay que darle un bolazo a nadie por eso. Cada cual que se lo goce como pueda. Lo que nadie debe hacer es irrespetar al equipo o a un coach o dirigente”, expresa Castillo.

Con las Águilas

Wilkin tiene su historia con las Águilas Cibaeñas. El nativo de Baní no esconde su rechazo a ciertas actitudes del conjunto amarillo, que ha sido vencido por los Leones en sus dos últimos enfrentamientos en serie final.

“Mi tema con ellos es que a veces exigen respeto, pero no lo devuelven. El que pide respeto también tiene que respetar y ellos no siempre lo hacen”, explica.
“En ningún equipo se puede permitir que a un coach de pitcheo alguien le diga que no tiene valor de una manera indecente. Yo peleo por los míos como el otro pelea por los suyos”, dice.

En las redes sociales, Castillo ha tenido sus dimes y diretes con seguidores de las Águilas.

“Eso lo cojo para gozármelo. Me río de muchas cosas que leo. No me importa que me tiren fuego. Ninguno de ellos mantiene mi familia ni como con ellos. Por más que digan eso no hace efecto”, señala.

Wilkin comenzó su carrera invernal en la temporada 2005-06 con los Tigres del Licey, donde vio poca acción en tres temporadas.

Desde 2008-09 está con los Leones del Escogido y ha sido clave en el éxito del club en sus dos recientes campeonatos.
Cuidadoso  con su dinero
Castillo, que es padre de dos niñas, una de siete años y una pequeña de cuatro meses, se considera un buen administrador de lo poco que ha ganado en su carrera como profesional.

“Los banilejos somos buenos en eso”, dice con una sonrisa. “Aunque muchos lo piensen, no soy un loco. Tengo una familia que cuidar y gracias a Dios eso es lo primero que hago”. “La pelota no es para siempre. He visto muchos que han botado dinero y eso luego les pesa. Cuido lo mío y pienso en que mañana no estaré en uniforme”, opina.
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Wilkin Castillo no tiene miedo en decir lo que deba en el momento que lo entienda necesario. Por cierto, le importa poco lo que piensen de él en otras parcelas.El receptor de los Leones es querido por los suyos y odiado en ciertos rincones. “No me importa lo que piense la gente. Salgo al terreno a hacer mi trabajo y a ganar para mi equipo. Fuera de ahí, que digan lo que quieran. A mí no me cambia nadie”, dice Castillo antes del partido de ayer ante los Tigres.

A muchos no les gustan sus gestos de celebración, especialmente cuando un contrario es ponchado. Su puño cerrado es una señal que cae mal.

“Eso es parte del juego. Siempre le digo al que se pare ahí que la saque y se lo goce, porque eso es parte del juego. Ahora si se ponchó sabe que me lo voy a gozar”, comenta el veterano máscara.

Wilkin entiende que en su caso hay cierta injusticia porque otros hacen “sus perreos”, como se conoce la celebración excesiva, que en ciertos círculos es irrespetuosa, de una acción en el juego.

“Muchísima gente perrea aquí. Juan Francisco se goza sus palos, (Erick) Almonte coge una base por bolas y suelta el bate y así hay mucha gente. No me meto en eso. Ni nunca he dicho que hay que darle un bolazo a nadie por eso. Cada cual que se lo goce como pueda. Lo que nadie debe hacer es irrespetar al equipo o a un coach o dirigente”, expresa Castillo.

Con las Águilas

Wilkin tiene su historia con las Águilas Cibaeñas. El nativo de Baní no esconde su rechazo a ciertas actitudes del conjunto amarillo, que ha sido vencido por los Leones en sus dos últimos enfrentamientos en serie final.

“Mi tema con ellos es que a veces exigen respeto, pero no lo devuelven. El que pide respeto también tiene que respetar y ellos no siempre lo hacen”, explica.
“En ningún equipo se puede permitir que a un coach de pitcheo alguien le diga que no tiene valor de una manera indecente. Yo peleo por los míos como el otro pelea por los suyos”, dice.

En las redes sociales, Castillo ha tenido sus dimes y diretes con seguidores de las Águilas.

“Eso lo cojo para gozármelo. Me río de muchas cosas que leo. No me importa que me tiren fuego. Ninguno de ellos mantiene mi familia ni como con ellos. Por más que digan eso no hace efecto”, señala.

Wilkin comenzó su carrera invernal en la temporada 2005-06 con los Tigres del Licey, donde vio poca acción en tres temporadas.

Desde 2008-09 está con los Leones del Escogido y ha sido clave en el éxito del club en sus dos recientes campeonatos.
Cuidadoso  con su dinero
Castillo, que es padre de dos niñas, una de siete años y una pequeña de cuatro meses, se considera un buen administrador de lo poco que ha ganado en su carrera como profesional.

“Los banilejos somos buenos en eso”, dice con una sonrisa. “Aunque muchos lo piensen, no soy un loco. Tengo una familia que cuidar y gracias a Dios eso es lo primero que hago”. “La pelota no es para siempre. He visto muchos que han botado dinero y eso luego les pesa. Cuido lo mío y pienso en que mañana no estaré en uniforme”, opina.
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Wilkin Castillo no tiene miedo en decir lo que deba en el momento que lo entienda necesario. Por cierto, le importa poco lo que piensen de él en otras parcelas.El receptor de los Leones es querido por los suyos y odiado en ciertos rincones. “No me importa lo que piense la gente. Salgo al terreno a hacer mi trabajo y a ganar para mi equipo. Fuera de ahí, que digan lo que quieran. A mí no me cambia nadie”, dice Castillo antes del partido de ayer ante los Tigres.

A muchos no les gustan sus gestos de celebración, especialmente cuando un contrario es ponchado. Su puño cerrado es una señal que cae mal.

“Eso es parte del juego. Siempre le digo al que se pare ahí que la saque y se lo goce, porque eso es parte del juego. Ahora si se ponchó sabe que me lo voy a gozar”, comenta el veterano máscara.

Wilkin entiende que en su caso hay cierta injusticia porque otros hacen “sus perreos”, como se conoce la celebración excesiva, que en ciertos círculos es irrespetuosa, de una acción en el juego.

“Muchísima gente perrea aquí. Juan Francisco se goza sus palos, (Erick) Almonte coge una base por bolas y suelta el bate y así hay mucha gente. No me meto en eso. Ni nunca he dicho que hay que darle un bolazo a nadie por eso. Cada cual que se lo goce como pueda. Lo que nadie debe hacer es irrespetar al equipo o a un coach o dirigente”, expresa Castillo.

Con las Águilas

Wilkin tiene su historia con las Águilas Cibaeñas. El nativo de Baní no esconde su rechazo a ciertas actitudes del conjunto amarillo, que ha sido vencido por los Leones en sus dos últimos enfrentamientos en serie final.

“Mi tema con ellos es que a veces exigen respeto, pero no lo devuelven. El que pide respeto también tiene que respetar y ellos no siempre lo hacen”, explica.
“En ningún equipo se puede permitir que a un coach de pitcheo alguien le diga que no tiene valor de una manera indecente. Yo peleo por los míos como el otro pelea por los suyos”, dice.

En las redes sociales, Castillo ha tenido sus dimes y diretes con seguidores de las Águilas.

“Eso lo cojo para gozármelo. Me río de muchas cosas que leo. No me importa que me tiren fuego. Ninguno de ellos mantiene mi familia ni como con ellos. Por más que digan eso no hace efecto”, señala.

Wilkin comenzó su carrera invernal en la temporada 2005-06 con los Tigres del Licey, donde vio poca acción en tres temporadas.

Desde 2008-09 está con los Leones del Escogido y ha sido clave en el éxito del club en sus dos recientes campeonatos.
Cuidadoso  con su dinero
Castillo, que es padre de dos niñas, una de siete años y una pequeña de cuatro meses, se considera un buen administrador de lo poco que ha ganado en su carrera como profesional.

“Los banilejos somos buenos en eso”, dice con una sonrisa. “Aunque muchos lo piensen, no soy un loco. Tengo una familia que cuidar y gracias a Dios eso es lo primero que hago”. “La pelota no es para siempre. He visto muchos que han botado dinero y eso luego les pesa. Cuido lo mío y pienso en que mañana no estaré en uniforme”, opina.
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